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Archive for the ‘Citas’ Category

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Escrito por  Francisco Javier Pérez Latre
Título Original: «La luz grande, la verdad grande: 12 Frases de la Lumen Fidei».
Fuente: Primeros Cristianos

La Encíclica Lumen Fidei es un texto apasionante, iniciado por Benedicto XVI y firmado por el Papa Francisco el 29 de junio, que puede iluminar la vida de millones de personas. Por él desfilan muchos grandes teólogos y escritores: Nietzsche, Dante, Dostoievski, Rousseau, Buber, Guardini, Newman, San Agustín, Guillermo de Saint Thierry… Ahora nos toca conocerlo a fondo y difundirlo por los nuevos areópagos. Para facilitar la tarea hemos escogido algunas frases breves (entre paréntesis, el número de la Encíclica en que aparecen). No pretenden ser un resumen pero pueden ayudar a acercarnos a ella.

1. “El hombre ha renunciado a la búsqueda de una luz grande, de una verdad grande, y se ha contentado con pequeñas luces que alumbran el instante fugaz, pero que son incapaces de abrir el camino” (n. 3).

2. “La idolatría es siempre politeísta, ir sin meta alguna de un señor a otro. La idolatría no presenta un camino, sino una multitud de senderos, que no llevan a ninguna parte, y forman más bien un laberinto” (n. 13).

3. “El creyente es transformado por el Amor, al que se abre por la fe, y al abrirse a este amor que se le ofrece, su existencia se dilata más allá de sí mismo” (n. 21).

4. “Gracias a su unión intrínseca con la verdad, la fe es capaz de ofrecer una luz nueva” (n. 24).

5. “La mirada de la ciencia se beneficia así de la fe: ésta invita al científico a estar abierto a la realidad, en toda su riqueza inagotable (n. 34).

6. “Pero ésta no es la única manera que tiene el hombre de conocer. La persona vive siempre en relación. Proviene de otros, pertenece a otros, su vida se ensancha en el encuentro con otros” (n. 38)

7. “Quien cree nunca está solo, porque la fe tiende a difundirse, a compartir su alegría con otros” (n. 39)

8. “El decálogo no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del “yo” autorreferencial, cerrado en sí mismo” (n. 46).

9. “Gracias a la fe, hemos descubierto la dignidad única de cada persona, que no era tan evidente en el mundo antiguo” (n. 54).

10. “Incluso desde un punto de vista simplemente antropológico, la unidad es superior al conflicto; hemos de contar también con el conflicto, pero experimentarlo debe llevarnos a resolverlo, a superarlo” (n. 55).

11. “La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar” (n. 57).

12. “En la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto” (n. 58).

Estas frases no pretenden ser un resumen de Lumen Fidei pero nos acercan a su fascinante contenido, que hay que dar a conocer.

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Y es que los hombres, creados por Dios a su imagen y semejanza, y destinados para Dios, perfección infinita, al advertir, hoy más que nunca en medio de la abundancia del moderno progreso material, la insuficiencia de los bienes terrenos para la verdadera felicidad de los individuos y de los pueblos, sienten por lo mismo en sí más vivo el estímulo hacia una perfección más alta, arraigado en su misma naturaleza racional por el Creador, y quieren conseguirla principalmente por la educación. Sólo que muchos de entre ellos, como insistiendo con exceso en el sentido etimológico de la palabra, pretenden sacarla de la misma naturaleza humana y realizarla con solas sus fuerzas. Y en esto ciertamente yerran, pues en vez de dirigir la mirada a Dios, primer principio y último fin de todo el universo, se repliegan y descansan en sí mismos, apegándose exclusivamente a lo terreno y temporal; por eso será continua e incesante su agitación mientras no dirijan sus pensamientos y sus obras a la única meta de la perfección, a Dios, según la profunda sentencia de San Agustín: Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti [1].

[1] Conf. 1, 1.
(Pío XI. Encíclica Divini Illius Magistri).

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La fuente de la alegría cristiana es la certeza de ser amados por Dios, amados personalmente por nuestro Creador, por Aquel que tiene en sus manos todo el universo y que nos ama a cada uno y a toda la gran familia humana con un amor apasionado y fiel, un amor mayor que nuestras infidelidades y pecados, un amor que perdona. Este amor «es un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo», como se manifiesta de manera defnitiva en el misterio de la cruz: » Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre El mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor».

(Extracto del discurso de Benedicto XVI a los participantes en la asamblea eclesial de la diócesis de Roma, 2006).

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